ANTIBIOTICOS

Antibiótico (del griego, anti, ‘contra’; bios, ‘vida’), cualquier compuesto químico utilizado para eliminar o inhibir el crecimiento de organismos infecciosos. Una propiedad común a todos los antibióticos es la toxicidad selectiva: la toxicidad hacia los organismos invasores es superior a la toxicidad frente a los animales o seres humanos. La penicilina es el antibiótico más conocido, y ha sido empleado para tratar múltiples enfermedades infecciosas, como la sífilis, la gonorrea, el tétanos o la escarlatina. La estreptomicina es otro antibiótico que se emplea en el tratamiento de la tuberculosis. En un principio, el término antibiótico sólo se empleaba para referirse a los compuestos orgánicos producidos por bacterias u hongos que resultaban tóxicos para otros microorganismos. En la actualidad también se emplea para denominar compuestos sintéticos o semisintéticos. La principal categoría de antibióticos son los antibacterianos, pero se incluyen los fármacos antipalúdicos, antivirales y antiprotozoos.

Historia

El mecanismo de acción de los antibióticos no ha sido conocido de forma científica hasta el siglo XX; sin embargo, la utilización de compuestos orgánicos en el tratamiento de la infección se conoce desde la antigüedad. Los extractos de ciertas plantas medicinales se han utilizado durante siglos, y también existe evidencia de la utilización de los hongos que crecen en ciertos quesos para el tratamiento tópico de las infecciones. La primera observación de lo que hoy en día se denominaría efecto antibiótico fue realizada en el siglo XIX por el químico francés Louis Pasteur, al descubrir que algunas bacterias saprofíticas podían destruir gérmenes del carbunco (enfermedad también conocida como ántrax). Hacia 1900, el bacteriólogo alemán Rudolf von Emmerich aisló una sustancia, capaz de destruir los gérmenes del cólera y la difteria en un tubo de ensayo. Sin embargo, no eran eficaces en el tratamiento de las enfermedades.

En la primera década del siglo XX, el físico y químico alemán Paul Ehrlich ensayó la síntesis de compuestos orgánicos capaces de atacar de manera selectiva a los microorganismos infecciosos sin lesionar al organismo huésped. Sus experiencias permitieron el desarrollo, en 1909, del salvarsán, un compuesto químico de arsénico con acción selectiva frente a las espiroquetas, las bacterias responsables de la sífilis. El salvarsán fue el único tratamiento eficaz contra la sífilis hasta la purificación de la penicilina en la década de 1940. En la década de 1920, el bacteriólogo británico Alexander Fleming, que más tarde descubriría la penicilina, encontró una sustancia llamada lisozima en ciertas secreciones corporales como las lágrimas o el sudor, y en ciertas plantas y sustancias animales. La lisozima presentaba una intensa actividad antimicrobiana, principalmente frente a bacterias no patógenas.

La penicilina, el arquetipo de los antibióticos, es un derivado del hongo Penicillium notatum. Fleming descubrió de forma accidental la penicilina en 1928; esta sustancia demostró su eficacia frente a cultivos de laboratorio de algunas bacterias patógenas como las de la gonorrea, o algunas bacterias responsables de meningitis o septicemia. Este descubrimiento permitió el desarrollo de posteriores compuestos antibacterianos producidos por organismos vivos. Howard Florey y Ernst Chain, en 1940, fueron los primeros en utilizar la penicilina en seres humanos.

La tirotricina fue aislada de ciertas bacterias del suelo por el bacteriólogo americano René Dubos en 1939; fue el primer antibiótico utilizado en enfermedades humanas. Se emplea para el tratamiento de ciertas infecciones externas, ya que es demasiado tóxico para su utilización general. Los antibióticos producidos por un grupo diferente de bacterias del suelo denominadas actinomicetos han resultado más eficaces. La estreptomicina pertenece a este grupo; fue descubierta en 1944 por el biólogo americano Selman Waksman y colaboradores; es efectiva en el tratamiento de muchas enfermedades infecciosas, incluidas algunas contra las que la penicilina no es eficaz, como la tuberculosis.

Desde la generalización del empleo de los antibióticos en la década de 1950, ha cambiado de forma radical el panorama de las enfermedades. Enfermedades infecciosas que habían sido la primera causa de muerte, como la tuberculosis, la neumonía o la septicemia, son mucho menos graves en la actualidad. También han supuesto un avance espectacular en el campo de la cirugía, permitiendo la realización de operaciones complejas y prolongadas sin un riesgo excesivo de infección. Se emplean igualmente en el tratamiento y prevención de infecciones por protozoos u hongos, especialmente la malaria (una de las principales causas de muerte en los países en desarrollo). Sin embargo, los avances han sido pocos en el campo del tratamiento de las infecciones virales. Existen fármacos para el tratamiento del herpes zóster o de la varicela. Se está realizando una intensa labor investigadora para encontrar un tratamiento eficaz para la infección del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), con incidencia mundial en la actualidad.

Clasificación

Existen multitud de clasificaciones de los antibióticos. La más habitual los agrupa en función de su mecanismo de acción frente a los organismos infecciosos. Algunos lesionan la pared de la célula; otros alteran la membrana celular, la mayor parte de ellos inhiben la síntesis de ácidos nucleicos o proteínas, los polímeros constituyentes de la célula bacteriana. Otra clasificación agrupa a los antibióticos en función de las bacterias contra las que son eficaces: estafilococos, estreptococos y Escherichia coli, por ejemplo. También se pueden clasificar en función de su estructura química, diferenciando así las penicilinas, cefalosporinas, aminoglucósidos, tetraciclinas, macrolidos, sulfamidas u otros.

Mecanismo de acción

Los antibióticos pueden lesionar de forma selectiva la membrana celular en algunas especies de hongos o bacterias; también pueden bloquear la síntesis de proteínas bacterianas. La anfotericina, un fármaco antifúngico, altera la estructura química de la membrana celular de algunos hongos, permitiendo la entrada de algunas toxinas e impidiendo la entrada de ciertos nutrientes vitales para el hongo.

La mayor parte de los antibióticos inhiben la síntesis de diferentes compuestos celulares. Algunos de los fármacos más empleados interfieren con la síntesis de peptidoglicanos, el principal componente de la pared celular. Entre éstos se encuentran los antibióticos betalactámicos, que, dependiendo de su estructura química, se clasifican en penicilinas, cefalosporinas o carbapénem. Todos los antibióticos betalactámicos comparten una estructura química similar en forma de anillo. Este anillo impide la unión de los péptidos a las cadenas laterales en el proceso de formación de la pared celular. Todos estos compuestos inhiben la síntesis de peptidoglicanos pero no interfieren con la síntesis de componentes intracelulares. De este modo, continúan formándose materiales dentro de la célula que aumentan la presión sobre la membrana hasta el punto en que ésta cede, el contenido celular se libera al exterior, y la bacteria muere. Estos antibióticos no lesionan las células humanas ya que éstas no poseen pared celular.

Muchos antibióticos actúan inhibiendo la síntesis de moléculas bacterianas intracelulares como el ADN, el ARN, los ribosomas o las proteínas. Las sulfonamidas son antibióticos sintéticos que interfieren la síntesis de proteínas. La síntesis de ácidos nucleicos puede ser detenida por los antibióticos que inhiben las enzimas que realizan el ensamblaje de los polímeros —por ejemplo, el ADN polimerasa o ARN polimerasa. Entre éstos, se encuentran la actinomicina, rifamicina y la rifampicina (estos dos últimos empleados en el tratamiento de la tuberculosis). Las quinolonas son antibióticos que inhiben la síntesis de una enzima que realiza el proceso de enrollado y desenrollado de los cromosomas: este proceso es fundamental para la replicación y transcripción del ADN en ARN. Algunos fármacos antibacterianos actúan sobre el ARN mensajero, alterando su mensaje genético. Así, al realizarse el proceso de traducción del ARN defectuoso, las proteínas producidas no son funcionales. Las tetraciclinas compiten con alguno de los componentes del ARN impidiendo la síntesis proteica; los aminoglucósidos producen una alteración del proceso de lectura del mensaje genético, produciéndose proteínas defectuosas; el cloranfenicol impide la unión de aminoácidos en la formación de las proteínas; la puromicina interrumpe la formación de la cadena proteica, liberándose una proteína incompleta.

Rango de eficacia

Algunas especies de bacteria tienen una pared celular gruesa compuesta de peptidoglicanos. Otras especies bacterianas tienen una pared celular mucho más delgada y una membrana externa. Cuando las bacterias se someten a la tinción de Gram, estas diferencias estructurales se traducen en una tinción diferencial con el producto denominado violeta de genciana y otros líquidos de tinción. Así, las bacterias gram-positivas, aparecen de color púrpura, y las bacterias gram-negativas son incoloras o rojizas, dependiendo del proceso empleado para su tinción. Esta es la base de la clasificación que diferencia las bacterias gram-positivas (con gruesa pared de peptidoglicanos) y gram-negativas (con fina pared de peptidoglicanos y membrana externa); las propiedades de tinción se correlacionan con otras propiedades bacterianas. Los fármacos antibacterianos pueden ser subdivididos en agentes de amplio espectro y agentes de espectro restringido. Las penicilinas de espectro restringido actúan frente a multitud de bacterias gram-positivas. Los aminoglucósidos, también de espectro restringido, actúan frente a bacterias gram-negativas. Las tretraciclinas y cloranfenicol son antibióticos de amplio espectro, eficaces frente a bacterias gram-positivas y gram-negativas.

Eliminación o inhibición del crecimiento

Los antibióticos también se pueden dividir en bactericidas (capaces de eliminar las bacterias), o bacteriostáticos (bloquean el crecimiento y multiplicación celular). Los fármacos bacteriostáticos resultan eficaces debido a que las bacterias inhibidas en su crecimiento morirán con el tiempo o serán atacadas por los mecanismos de defensa del huésped. Las tetraciclinas y las sulfonamidas son antibióticos bacteriostáticos. Los antibióticos que lesionan la membrana celular producen una liberación de los metabolitos celulares al exterior, y por tanto su muerte. Tales compuestos, como las penicilinas o cefalosporinas, son por tanto bactericidas.

Tipos de antibióticos

Las penicilinas son el grupo más antiguo y seguro de antibióticos. Son antibióticos bactericidas que inhiben la formación de la pared celular. Existen cuatro tipos de penicilinas: las penicilinas-G de espectro restringido, la ampicilina y derivados, las penicilinas resistentes a la penicilinasa y las penicilinas antipseudomonas. Las penicilinas-G son eficaces contra estreptococos gram-positivos, estafilococos, enterococos y meningococos: se emplean en el tratamiento de la sífilis, gonorrea, meningitis, ántrax y el pián. La penicilina V se utiliza en el tratamiento de las infecciones respiratorias.

La ampicilina y la amoxicilina tienen un rango de acción similar a la penicilina-G, con un espectro de acción algo mayor, que incluye a las bacterias gram-negativas. La ampicilina y derivados, son eficaces frente a la fiebre tifoidea, bronquitis, infecciones del tracto urinario, neumonía, meningitis y bacteriemia. Las penicilinas resistentes a la penicilinasa son efectivas frente a las bacterias que han desarrollado resistencia a la penicilina G. Las penicilinas antipseudomonas permiten el tratamiento de las infecciones provocadas por la bacteria gram-negativa Pseudomonas, que es una bacteria frecuente en la flora hospitalaria. Las penicilinas antipseudomonas se pueden administrar de forma profiláctica a los pacientes con una alteración del sistema inmunológico que tienen una susceptibilidad incrementada a las infecciones por gram-negativos.

Los efectos colaterales de las penicilinas son poco frecuentes. Cuando aparecen, consisten en hipersensibilidad inmediata o retardada, erupciones cutáneas, fiebre y shock anafiláctico (reacciones anormales al fármaco). La ampicilina puede producir más efectos colaterales que las penicilinas; consisten en náuseas, vómitos y diarrea. La amoxicilina tiene menos reacciones adversas.

Cefalosporinas

Las cefalosporinas tienen, como las penicilinas, un anillo betalactámico que interfiere con la síntesis de la pared celular bacteriana y son también antibióticos bactericidas. Son más eficaces que la penicilina frente a los bacilos gram-negativos, e igual de eficaces frente a los cocos gram-positivos. Las cefalosporinas se emplean en el tratamiento de la mayor parte de las meningitis, y como profilaxis en cirugía ortopédica, abdominal y pélvica. A pesar de ser en general más costosas que las penicilinas, se emplean con frecuencia debido a su amplio margen de seguridad. También se recomienda su utilización en la profilaxis debido a su eficacia frente a las bacterias gram-negativas. Las reacciones de hipersensibilidad a las cefalosporinas son raras: incluyen erupciones cutáneas y, con menos frecuencia, shock anafiláctico.

Aminoglucósidos

La estreptomicina es el más antiguo de los aminoglucósidos y, después de la penicilina, el antibiótico más empleado. Los aminoglucósidos son antibióticos de espectro restringido que inhiben la síntesis de proteínas bacterianas en bacilos gram-negativos y estafilococos. En ocasiones se utilizan en combinación con la penicilina. Todos los miembros de esta familia —en especial la neomicina— tienen mayor toxicidad que la mayor parte del resto de antibióticos. Los efectos adversos asociados con la utilización prolongada de aminoglucósidos son infrecuentes e incluyen lesión de la región vestibular del oído interno, pérdida auditiva y lesiones en el riñón.

Tetraciclinas

Las tetraciclinas son antibióticos bacteriostáticos que inhiben la síntesis de proteínas bacterianas. Son antibióticos de amplio espectro eficaces frente a cepas de estreptococos, bacilos gram-negativos, las bacterias del género Rickettsia (las bacterias que producen el tifus) y espiroquetas (las bacterias que producen la sífilis). Se emplean también en el tratamiento del acné, la enfermedad inflamatoria pélvica, las infecciones del tracto urinario, las bronquitis y la enfermedad de Lyme. Debido a su amplio espectro, las tetraciclinas pueden, en ocasiones, alterar el equilibrio de la flora bacteriana interna que normalmente es controlada por el sistema inmunológico del organismo; esto puede producir infecciones secundarias en el tracto gastrointestinal o la vagina, por ejemplo. Las tetraciclinas se emplean cada vez menos debido a la aparición de gran número de cepas bacterianas resistentes.

Macrolidos

Los macrolidos son bacteriostáticos. Se unen a los ribosomas bacterianos para inhibir la síntesis de proteínas. La eritromicina es un macrolido con un amplio margen de seguridad y mínimos efectos adversos. La eritromicina es eficaz frente a cocos gram-positivos, y muchas veces se emplea como alternativa a la penicilina frente a infecciones por estreptococos o neumococos. Los macrolidos también se emplean en el tratamiento de la difteria y de las bacteriemias. Los efectos secundarios incluyen náuseas, vómitos y diarrea; pueden producir, de forma excepcional, alteraciones auditivas transitorias.

Sulfonamidas

Las sulfonamidas son antibióticos bacteriostáticos sintéticos de amplio espectro, eficaces contra la mayor parte de bacterias gram-positivas y muchas bacterias gram-negativas. Sin embargo, la aparición de resistencias entre las bacterias gram-negativas a las sulfonamidas, hacen que estos antibióticos se empleen hoy en día en situaciones muy concretas, como el tratamiento de las infecciones del tracto urinario, contra ciertas cepas de meningococo, o como profilaxis de la fiebre reumática. Los efectos colaterales incluyen alteraciones del tracto gastrointestinal e hipersensibilidad.

Producción

El proceso de elaboración de un nuevo antibiótico es largo y costoso. Primero debe identificarse el organismo productor del antibiótico, y el antibiótico debe probarse frente a una amplia variedad de especies bacterianas. A continuación el microorganismo debe cultivarse a gran escala para permitir la purificación y el análisis químico del antibiótico y para diferenciarlo de otros antibióticos. Esto es un proceso complejo debido a que existen miles de compuestos con actividad antibiótica y tales compuestos son redescubiertos de manera cíclica. Cuando el antibiótico ha demostrado su eficacia en el tratamiento de infecciones en animales, se puede iniciar su preparación a gran escala.

En el proceso de comercialización se requiere un método de purificación económico y productivo. Se realiza una intensa labor investigadora para aumentar la productividad seleccionando cepas mejoradas del microorganismo o cambiando el medio de cultivo. Se cultiva entonces el microorganismo en grandes tinajas de acero con sistemas de ventilación forzada. El producto fermentado de forma natural puede ser modificado químicamente para producir antibióticos semisintéticos. Tras el proceso de purificación, los efectos del antibiótico en los órganos y tejidos del huésped (su farmacología), así como los posibles efectos tóxicos (toxicología), deben ser analizados en gran número de animales de diferentes especies. Además se deben determinar las formas de administración más efectivas. Los antibióticos pueden ser tópicos (aplicados en la superficie de la piel, ojo, u oído en forma de cremas o pomadas). Pueden ser orales (se administran por la boca y se disuelven en la boca o se ingieren, para su absorción posterior en el intestino y su paso a la corriente sanguínea). Los antibióticos también pueden administrarse de forma parenteral: por inyección intramuscular, intravenosa o subcutánea; se utiliza esta vía de administración cuando se requiere una absorción rápida.

En distintos países, una vez completados estos pasos previos, el productor solicita un ensayo clínico a la agencia de control de medicamentos. Si se aprueba la solicitud, el antibiótico se prueba en voluntarios para determinar la toxicidad, tolerancia, absorción y excreción (fase 1). Si las pruebas sucesivas en un pequeño número de pacientes se realizan con éxito (fase 2), el fármaco puede emplearse en un grupo más amplio de varios cientos de personas (fase 3). Más tarde, se solicita a la agencia de control de medicamentos la inclusión como fármaco nuevo; debe obtenerse una autorización comercial para la utilización generalizada del medicamento en la práctica médica. El proceso que va desde el descubrimiento del antibiótico en el laboratorio hasta su ensayo clínico se suele prolongar a lo largo de varios años.

Riesgos y limitaciones

La utilización de antibióticos debe realizarse con receta médica debido a la aparición de resistencias bacterianas frente a ciertos antibióticos. Uno de los principales mecanismos de defensa es la inactivación del antibiótico. Éste es el mecanismo de defensa más frecuente frente a las penicilinas y el cloranfenicol. Otras formas de resistencia consisten en mutaciones que cambian la enzima bacteriana contra la que se dirige el antibiótico, de manera que éste no pueda ya inhibirla. Éste es el mecanismo más habitual frente a los compuestos que inhiben la síntesis de proteínas, como las tetraciclinas.

Todas las formas de resistencia se transmiten a través de los genes de la bacteria a su progenie. Además, los genes que producen resistencia también pueden transmitirse de unas bacterias a otras a través de plásmidos, que son fragmentos cromosómicos que contienen sólo una pequeña cantidad de genes (entre éstos, el gen de la resistencia). Así, algunas bacterias se unen a otras de la misma especie de forma transitoria, transmitiéndose los plásmidos. Si una bacteria recibe dos plásmidos portadores de genes de resistencia a diferentes antibióticos, estos genes se pueden unir en un único plásmido. La resistencia combinada puede así ser transmitida a una nueva bacteria, donde puede unirse a otra forma de resistencia. Se generan así plásmidos que son portadores de resistencia a diferentes clases de antibiótico. Existen además plásmidos que pueden ser transmitidos entre especies diferentes de bacterias, permitiendo la transferencia de resistencias a múltiples antibióticos entre especies bacterianas muy dispares.

La utilización de antibióticos de forma profiláctica (antes de que aparezca la infección, para intentar prevenirla) ha agravado el problema de las resistencias. La utilización inadecuada e indiscriminada de antibióticos para el tratamiento de catarros u otras infecciones virales comunes, contra las que los antibióticos no tienen ningún efecto, elimina las bacterias sensibles a antibióticos y permite el desarrollo de bacterias resistentes. La utilización de antibióticos en el ganado y aves de corral ha supuesto la aparición de resistencias generalizadas y la contaminación de aves y productos ganaderos por bacterias resistentes a antibióticos, como las del género Salmonella.

En la década de 1970, la tuberculosis estaba prácticamente erradicada en los países desarrollados, aunque seguía siendo una enfermedad prevalente en los países en desarrollo. En la actualidad, su incidencia está en aumento debido en parte a la resistencia del bacilo de la tuberculosis a los antibióticos. Algunas bacterias, y en particular algunas cepas de estafilococo, son resistentes a casi todos los antibióticos, de forma que las infecciones que producen no responden a ningún tratamiento. Cuando una cepa de estas características aparece en una planta de un hospital, a veces es necesario cerrar esa planta durante una temporada. Algo similar ocurre con el plasmodio, el organismo responsable del paludismo o malaria: la resistencia de éste a los antibióticos, así como la resistencia del mosquito portador a los insecticidas que antes eran eficaces para su control, es cada vez más frecuente. En consecuencia, el paludismo o malaria está aumentando de nuevo en algunas zonas de África, de Oriente Próximo, del Sureste asiático y de Latinoamérica.

En definitiva,Los antibióticos, o agentes antimicrobianos, son sustancias (obtenidas de bacterias u hongos, o bien obtenidas de síntesis química) que se emplean en el tratamiento de infecciones.

La elección de uno u otro antibiótico en el tratamiento de una infección depende del microorganismo (obtenido por cultivo o supuesto por la experiencia), de la sensibilidad del microorganismo (obtenida por un antibiograma o supuesta por la experiencia), la gravedad de la enfermedad, la toxicidad, los antecedentes de alergia del paciente y el costo. En infecciones graves puede ser necesario combinar varios antibióticos.

La vía de administración puede ser oral (cápsulas, sobres), tópica (colirios, gotas, etc) o inyectable (intramuscular o intravenosa). Las infecciones graves suelen requerir la vía intravenosa.

MECANISMOS DE ACCIÓN Y CLASIFICACIÓN

Los antibióticos actúan a través de 2 mecanismos principales: Matando los microorganismos existentes (acción bactericida), e impidiendo su reproducción (acción bacteriostática). Su mecanismo de acción predominante los divide en 2 grandes grupos:

Bactericidas

  • Beta-lactámicos (Penicilinas y cefalosporinas)
  • Glicopéptidos (Vancomicina, teicoplanina)
  • Aminoglucósidos (Grupo estreptomicina)
  • Quinolonas (Grupo norfloxacino)
  • Polimixinas

Bacteriostáticos

  • Macrólidos (Grupo eritromicina)
  • Tetraciclinas
  • Cloramfenicol
  • Clindamicina, Lincomicina
  • Sulfamidas

EFECTOS ADVERSOS DE LOS ANTIBIOTICOS

  • Alergia. Muchos antibióticos producen erupciones en la piel y otras manifestaciones de alergia (fiebre, artritis, etc), en un pequeño número de personas predispuestas.
  • Disbacteriosis. Al eliminar también bacterias "buenas" (de presencia deseable en el tubo digestivo) pueden producir dolor y picor en la boca y la lengua, diarrea, etc.
  • Sobrecrecimientos. Algunos antibióticos eliminan unas bacterias pero hacen crecer otras bacterias u hongos.
  • Resistencias. Las bacterias intentan hacerse resistentes rápidamente a los antibióticos, y la administración continua o repetida de antibióticos para enfermedades menores favorece la aparición de estas resistencias.
  • Toxicidad. Los antibióticos pueden dañar los riñones, el hígado y el sistema nervioso, y producir todo tipo de alteraciones en los glóbulos de la sangre.

ANTIBIOTICOS BETA-LACTÁMICOS

PENICILINAS

Las penicilinas son los antibióticos más antiguos, y siguen siendo los de primera elección en muchas infecciones. Actúan rompiendo la pared bacteriana. Existen muchos tipos de penicilina:

1. Penicilina G. Se utiliza por vía intravenosa (penicilina G sódica), intramuscular (penicilina G procaína, penicilina G benzatina), u oral (penicilina V). Es de primera elección en infecciones como las causadas por estreptococos o en la sífilis. Muchas bacterias, sin embargo, la inactivan produciendo un enzima (beta-lactamasa).

2. Penicilinas resistentes a la beta-lactamasa (tipo cloxacilina). Pueden con algunas bacterias que producen beta-lactamasa, como el estafilococo.

3. Aminopenicilinas (Amoxicilina, ampicilina, etc). Tienen más actividad frente a los microorganismos llamados ‘gram-negativos’, y si se asocian con sustancias como el ácido clavulánico o el sulbactam, también pueden con las bacterias que producen beta-lactamasa, como el estafilococo.

4. Penicilinas antipseudomona. (Tipo carbenicilina o piperacilina). Como su nombre indica, pueden actuar contra Pseudomona (una bacteria peligrosa que causa infecciones muy graves).

CEFALOSPORINAS

Son antibióticos en parte similares a las penicilinas, pero a diferencia de aquéllas (que proceden parcial o totalmente del hongo Penicillium), las cefalosporinas son totalmente de síntesis química. Las cefalosporinas se clasifican en "generaciones", según el tipo de bacterias que atacan:

1. Cefalosporinas de 1ª generación: cefadroxilo, cefalexina, cefalotina, cefazolina.

2. Cefalosporinas de 2ª generación: cefaclor, cefuroxima, cefonicid, cefamandol, ...

3. Cefalosporinas de 3ª generación: cefotaxima, ceftriaxona, ceftazidima, cefixima, ...

OTROS ANTIBIOTICOS BETA-LACTAMICOS

Imipenem y aztreonam son los prototipos de nuevos grupos antibióticos beta-lactámicos. El ácido clavulánico o el sulbactam tienen muy poca actividad, pero inhiben la beta-lactamasa que producen muchas bacterias, por lo que se asocian con otras penicilinas para aumentar su actividad.

AMINOGLÚCIDOS

  • Estreptomicina. Actualmente se usa (generalmente asociada) para tratar tuberculosis y brucelosis, y en infecciones raras como tularemia y peste.
  • Neomicina. Se usa sólo por vía tópica (pomadas, colirios, gotas para los oídos, etc), por su toxicidad. Puede producir alergias de contacto.
  • Gentamicina, Tobramicina, Amikacina, Netilmicina. Se usan sólo en infecciones graves por microorganismos de los llamados ‘gram-negativos’.

Todos los aminoglucósidos son tóxicos sobre el riñón y el oído.

MACRÓLIDOS

La eritromicina y fármacos similares (claritromicina, azitromicina, etc) son activos, sobre todo, frente a microorganismos de los llamados ‘gram-positivos’ y tienen utilidad en muchas infecciones (amigdalitis, infecciones bucales, neumonías ,etc), sobre todo en alérgicos a penicilina. Producen molestias de estómago en muchas personas.

TETRACICLINAS

Las tetraciclinas (oxitetraciclina, demeclociclina, doxiciclina, minociclina, aureomicina…) tienen un espectro de actividad muy amplio. Se utilizan en infecciones de boca, bronquitis, e infecciones por bacterias relativamente raras como rickettsias, clamidias, brucelosis, etc, y en la sífilis en alérgicos a penicilina. Producen molestias de estómago,sobreinfecciones, manchas en los dientes, y crecimiento anormal de los huesos en niños y fetos de mujer gestante. Nunca deben usarse en niños menores de 8 años ni en el 1.er trimestre de gestación.

CLORAMFEMICOL

Es un antibiótico de espectro muy amplio, pero puede producir una anemia aplásica (falta completa de glóbulos rojos por toxicidad sobre la médula ósea), que puede llegar a ser mortal. Por ello, su empleo se limita al uso tópico en colirios y gotas para los oídos ("chemicetina"); así como para infecciones muy graves cuando los otros antibióticos son menos eficaces o más tóxicos, como por ejemplo fiebre tifoidea y algunas meningitis.

GLICOPEPTIDOS: VANCOMICINA, TEICOPLANINA

Son antibióticos muy activos frente a microorganismos llamados "gram-positivos", incluso los resistentes a penicilinas y cefalosporinas. Por ello se emplean en infecciones hospitalarias graves, sobre todo en alérgicos a penicilina.

LINCOMICINA Y CLINDAMICINA

Son activos también frente a microorganismos llamados "gram-positivos", pero además pueden con otros microorganismos llamados anaerobios. También se emplean en infecciones de hospital, sobre todo en alérgicos a penicilina. La clindamicina se utiliza tópicamente en algunas infecciones de piel.

METRONIDAZOL

Se utiliza contra unos microorganismos llamados protozoos (Giardia, Tricomona y otros), y también contra los llamados anaerobios. Dependiendo del tipo de infección, se puede usar por vía oral, intravenosa o en óvulos vaginales.

QUINOLOMAS

Hay 2 subgrupos de quinolonas. Las más antiguas (ácido nalidíxico, ácido pipemídico) sólo actúan contra algunos microorganismos de los llamados ‘gram-negativos’ y se utilizan sólo como antisépticos urinarios (en infecciones leves de orina). Las más recientes, o fluoroquinolonas, incluyen fármacos como norfloxacino, ciprofloxacino y ofloxacino, y son activos frente a otras muchas bacterias, incluyendo la llamada Pseudomona (una bacteria peligrosa que causa infecciones muy graves).

SULFAMIDAS

Son agentes antimicrobianos sintéticos, bacteriostáticos, con un espectro amplio que abarca la mayoría de los "gram-positivos" y muchos ‘gram-negativos’. Actualmente en relativo desuso, a excepción de algunas sulfamidas tópicas (sulfadiazina argéntica, mafenida), y de la combinación trimetoprim-sulfametoxazol (o cotrimoxazol) que se usa en infecciones urinarias y bronquiales, en la fiebre tifoidea y en otras infecciones, y que es de elección para el tratamiento y la prevención de la neumonía por el protozoo Pneumocystis carinii, que afecta a los pacientes con SIDA.

OTROS ANTIBIÓTICOS Y QUIMIOTERAPICOS

Los tuberculostáticos son un grupo de fármacos (rifampicina, isoniazida, etambutol, pirazinamida…) referidos en la guía TUBERCULOSIS. Los polipéptidos (polimixina B, colistina, bacitracina) son tóxicos y su uso se limita a la aplicación tópica. La espectinomicina se emplea sólo en el tratamiento de las infecciones gonocócicas (Ver ENFERMEDADES DE TRANSMISION SEXUAL).

Algunas drogas antibioticas:

Dicloxacilina
Tratamiento de la furunculosis, heridas infectadas, abscesos y todas las infecciones leves a moderadas ocasionadas por el Estafilococ Dorado.

Ampicilina
Antibiótico de amplio espectro

Amoxacilina
Antibiótico de amplio espectro

Azitromicina
Tratamiento de infecciones por microorganismos susceptibles en el tracto respiratorio, piel e infecciones de transmisión sexual no complicadas.

Trimetropin + Sulfa F
Tratamiento de las infecciones del tracto respiratorio, urinario, genital, gastrointestinal e infecciones de la piel.

Norfloxacina
Tratamiento de las infecciones del tracto urinario y genital.

Ciprofloxacino
Tratamiento de infecciones por microorganismos susceptibles en el tracto respiratorio, urinario, genital, de piel, cavidad abdominal, huesos y articulaciones.

Claritromicina
Antibiótico macrólico




Fármacos antiinfecciosos
Los fármacos antiinfecciosos (combaten la infección) incluyen los antibacterianos, antivíricos y antimicóticos. Estos fármacos están desarrollados para ser lo más tóxicos posible contra el microorganismo infectante y también lo más seguros posible para las células humanas, es decir, están hechos para provocar una toxicidad selectiva. Producir estas sustancias para combatir las bacterias y los hongos es relativamente sencillo porque son células muy diferentes de las humanas. No obstante, producir un fármaco que destruya un virus sin perjudicar a la célula humana infectada es muy difícil, porque los virus pierden su identidad dentro de ésta y reprograman la célula para que produzca partículas del propio virus.
Antibióticos
Los antibióticos son fármacos que se utilizan para tratar las infecciones bacterianas. Por desgracia, cada vez son más las bacterias que desarrollan resistencia a los antibióticos con los que contamos en la actualidad. Esta resistencia se desarrolla en parte debido al excesivo uso de los mismos. En consecuencia, constantemente se están desarrollando nuevos antibióticos para combatir bacterias cada vez más resistentes. Finalmente, las bacterias también se harán resistentes a los antibióticos más nuevos.
Los antibióticos se clasifican según su potencia. Los antibióticos bactericidas destruyen las bacterias, mientras que los antibióticos bacteriostáticos simplemente evitan que éstas se multipliquen y permiten que el organismo elimine las bacterias restantes. Para la mayoría de las infecciones, ambas clases de antibióticos parecen igualmente eficaces, pero si el sistema inmunitario está debilitado o la persona tiene una infección grave, como una endocarditis bacteriana o una meningitis, un antibiótico bactericida suele ser más eficaz.
Elección de un antibiótico
Los médicos pueden optar por un antibiótico para tratar una infección en particular basándose en una suposición acerca de cuál creen ellos que es el agente responsable del proceso. Además, el laboratorio identifica de forma sistemática la bacteria infectante y, con ello, ayuda al médico a elegir un antibiótico. Sin embargo, estas pruebas suelen tardar un día o dos en dar sus resultados y, en consecuencia, no pueden ser utilizadas para escoger el tratamiento inicial.
Incluso aunque se haya identificado el agente y se haya determinado en el laboratorio su sensibilidad a los antibióticos, la elección del fármaco no es tan simple. Las sensibilidades que se detectan en el laboratorio no siempre se corresponden con las que se presentan en el paciente infectado. La eficacia del tratamiento depende de factores tales como el grado de absorción del fármaco por el flujo sanguíneo, de qué cantidad del mismo alcanza los distintos fluidos corporales y con qué velocidad lo elimina el organismo. Además, la selección de un fármaco tiene que tener en cuenta la naturaleza y la gravedad de la enfermedad, los efectos secundarios que produce, la posibilidad de alergias u otras reacciones graves y el costo del mismo.
En ciertos casos es necesario recurrir a una combinación de antibióticos para tratar infecciones graves, en particular cuando aún se desconoce la sensibilidad de la bacteria a los mismos. Las combinaciones también son importantes para ciertas infecciones, como la tuberculosis, en la que las bacterias rápidamente desarrollan resistencia a la administración de uno solo. A veces, la unión de dos de ellos tiene un efecto más potente y estas combinaciones pueden ser utilizadas para tratar infecciones causadas por bacterias que resultan difíciles de erradicar, como las Pseudomonas.
Administración de los antibióticos
Para las infecciones bacterianas graves, los antibióticos suelen administrarse primero mediante una inyección, generalmente intravenosa. Cuando la infección está controlada, se pueden dar por vía oral. Los antibióticos deben ser ingeridos hasta que el microorganismo infectante sea eliminado del cuerpo, un proceso que puede requerir varios días tras la desaparición de los síntomas. Dejar el tratamiento demasiado pronto puede provocar una recaída o bien estimular el desarrollo de las bacterias resistentes. Por esta razón, los antibióticos suelen ingerirse durante varios días después de que haya desaparecido toda evidencia de infección.
Ciertos antibióticos son utilizados para tratar infecciones por rickettsias, que son microorganismos similares tanto a las bacterias como a los virus. Las rickettsias son de menor tamaño que las primeras pero mayores que los segundos. Al igual que los virus, sólo pueden sobrevivir dentro de las células de otro organismo, pero al igual que las bacterias, son vulnerables a los antibióticos. Específicamente, el cloranfenicol y las tetraciclinas son los más eficaces contra las infecciones producidas por rickettsias.
Los antibióticos se usan no sólo para tratar infecciones sino también para prevenirlas. Para que resulte eficaz, y con el fin de evitar que las bacterias desarrollen resistencias, la terapia preventiva debe ser de corta duración y el antibiótico debe ser eficaz contra la bacteria en particular. Un ejemplo de terapia preventiva consiste en tomar antibióticos mientras se viaja, para evitar la diarrea del viajero. Así mismo, a menudo se utiliza en personas expuestas a otra con meningitis causada por meningococo debido al riesgo de contagio.
Las personas con válvulas cardíacas anormales ingieren antibióticos preventivos de forma rutinaria antes de una intervención quirúrgica, incluyendo la cirugía dental. Estas personas tienen un mayor riesgo de contraer una infección en las válvulas cardíacas (endocarditis) por bacterias que normalmente se encuentran en la boca y otras partes del cuerpo. Dichas bacterias pueden ingresar en el flujo sanguíneo durante la cirugía y alcanzar las válvulas cardíacas dañadas. Los antibióticos de tipo preventivo también pueden ser ingeridos por los individuos cuyo sistema inmunitario no es totalmente eficaz, como los que padecen leucemia, reciben quimioterapia para un cáncer o en el caso de los enfermos de SIDA. Por otro lado, las personas sanas que se someten a cirugía con alto riesgo de infección (como la cirugía mayor ortopédica o la intestinal) también pueden tomarlos.
Por desgracia, los antibióticos a menudo son usados sin que exista realmente una buena razón para ello. Por ejemplo, con frecuencia se aplican incorrectamente para tratar enfermedades víricas, como resfriados y gripe.
Efectos colaterales
Un antibiótico puede causar una reacción alérgica, como suele ocurrir con la penicilina, o bien puede provocar otros efectos colaterales. Por ejemplo, los aminoglucósidos pueden dañar los riñones y el oído interno.
El tratamiento antibiótico puede mantenerse a pesar de los efectos colaterales, en especial si es el único eficaz contra la infección que padece el enfermo. El médico compara la importancia de estos efectos con la gravedad de la infección.
Fármacos antivíricos
Los fármacos antivíricos pueden actuar interfiriendo con cualquiera de los procesos por los que pasa un virus para replicarse (reproducirse): adhesión a la célula, incorporación a la misma, eliminación de su cubierta para liberar su material genético y creación de nuevas partículas víricas por parte de la célula.
Debido a que los virus sólo pueden replicarse dentro de las células y usan las mismas vías metabólicas que las células sanas, los fármacos antivíricos suelen ser más tóxicos para las células humanas que los antibióticos. Otro problema de éstos es que los virus pueden desarrollar resistencia a ellos con gran rapidez.
Fármacos antimicóticos
Los fármacos antimicóticos pueden ser aplicados directamente en la zona donde se desarrolla una infección micótica en la piel u otra superficie, como la vagina o el interior de la boca. También pueden ser suministrados por vía oral o inyectados.
Por lo general, estos fármacos causan más efectos colaterales que los antibióticos. También suelen ser generalmente menos eficaces, por lo que las infecciones micóticas son difíciles de tratar y suelen hacerse duraderas (crónicas). El tratamiento suele durar varias semanas y debe repetirse de nuevo.

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